El Altiplano de Granada

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El Altiplano está situado al norte de la provincia de Granada, en el sureste de España. Es una zona llana y semiárida, con suelos pobres y un clima extremo debido a su altitud, la influencia continental y la presencia de las montañas circundantes. Estas características han contribuido a la creación de un paisaje único marcado por impresionantes badlands donde la relación histórica entre el hombre y el medio ambiente ha construido equilibrios basados en un uso sostenible de los recursos, especialmente del agua y los suelos. Esto ha permitido la creación de sistemas de regadío históricos que forman verdaderos oasis de gran belleza con numerosos valores culturales y medioambientales. Su construcción data principalmente de la Edad Media, durante el periodo islámico. Siguen en uso, gestionados por comunidades campesinas locales, pero están amenazados por el abandono y la intensificación agrícola. De hecho, el Altiplano forma parte de la llamada “España vaciada”, afectada por un proceso de despoblación y con una de las rentas per cápita más bajas de España. Sin embargo, su potencial cultural y natural ha motivado la creación del Geoparque Global de la UNESCO cuya declaración se obtuvo el 10 de julio de 2020, a través del programa Internacional de Geociencias y Geoparques.


Las actuaciones en el Altiplano se centrarán en los sistemas de riego históricos. Se propone convertir algunos de los caminos existentes contiguos a las acequias y oasis en rutas culturales de gran atractivo, en términos de valores paisajísticos, culturales y ambientales. Dichas rutas estarán vinculadas a la producción local agraria, el patrimonio rural, las prácticas tradicionales y los servicios ecosistémicos.


Las comunidades de regantes son las que gestionan estos sistemas de riego. Estos agricultores son los propietarios y conocedores de las acequias, los espacios agrarios, las prácticas tradicionales y sus valores. El enfoque participativo de la propuesta les ofrecerá un papel protagonista  en la construcción y gestión de las rutas, de modo que mantendrán el control y la autonomía y los beneficios retornarán directamente a las comunidades locales, generando impactos positivos en estas comunidades.

En este sentido, el turismo cultural se convertirá en una actividad complementaria y una forma de difundir los valores de los espacios agrarios tradicionales para acercar la producción local y la realidad rural a los visitantes. Se ofrecerá a los turistas una experiencia de primera mano, ya que serán guiados directamente por los agricultores introduciéndoles en el territorio y la cultura rural local. Se trata de un ejercicio de diversificación y empoderamiento a través del compromiso y la participación activa de la comunidad local.